MARK KNOPFLER : MADRID 2019

 

Disc One (66:06)

  1. Nobody Does That
  2. Corned Beef City
  3. Sailing To Philadelphia
  4. Once Upon A Time In The West
  5. Romeo And Juliet
  6. My Bacon Roll
  7. Matchstick Man
  8. Done With Bonaparte
  9. Heart Full Of Holes

Disc Two (65:18)

  1. She's Gone/Your Latest Trick
  2. Silvertown Blues
  3. Postcards From Paraguay
  4. On Every Street
  5. Speedway At Nazareth
  6. Telegraph Road
  7. Money For Nothing
  8. Piper To The End

Label : MarkKnopfler.com

Venue : Wizink Center, Madrid, Spain

Recording Date : April 28, 2019

Quality : Soundboard recording (A+)

Concert Review (Red Hard N Heavy) : La pasada noche del domingo 28 de abril fue una noche de votos y de rock: la noche en que Mark Knopfler y los que creen que mandan supieron cómo se las gastan los españoles y quién manda aquí. Lo vais a entender cuando lleguéis un poco más abajo. Os lo contamos: Solo a Mark Knopfler se le ocurre venir a España en una noche de Elecciones Generales en las que el país se juega tanto. De momento hay que empezar diciendo que la MARK KNOPFLER BAND, compuesta por nada menos que diez grandísimos músicos (sin contar al jefe) de variados instrumentos, consiguieron llenar el pabellón de deportes en una noche de domingo muy especial. La llenaron hasta el mismisimo techo, no cabía un alfiler más. Eso sí, esta vez se aplicó el formato «teatro», con toda la pista llena de sillas, teniendo así a toda la gente muy formal, cada uno en su silla, controlados y quietos, sin armar jaleo. más o menos como nuestros queridos políticos querrían tener siempre a su «audiencia». Poco sabían unos y otros la sorpresa que llegaría algo más tarde. Empezó con un ligero retraso, en el que algunos asistentes tuvieron tiempo de comprar sus inevitables cervezas, e incluso ¿¿¿bocadillos y palomitas???? Una servidora opina que a estos eventos se va ya cenado, incluso bebido (por los precios del lugar), pero esto es solo una opinión personal. Por fin empezó el gran despliegue de luces de todos los colores, que sería impresionante durante toda la velada, y el perfecto sonido dio paso a las primeras notas del primer tema de Knopfler, muy aclamado ya desde antes de aparecer en escena. Y efectivamente, el escenario se llenó rápidamente de gente, hasta once músicos brillantes, insuperables, virtuosos, maestros cada uno en su instrumento, encabezados por el insigne Mark Knopfler, el millonario amante de la música sencilla pero muy bien trabajada, el artesano de las notas y los ritmos. Foto: Raúl Blanco Cerrando los ojos te imaginabas al mismo Knopfler de hace 30 años, pues la voz es la misma: aspirada, recitadora, casi susurrante, profunda y conmovedora. Abriendo los ojos veías a un Knopfler ya mayor, pelado, algo más ancho, y de movimientos más lentos de lo habitual. pero tremendamente efectivo. Ha perdido en su aspecto físico, como nos va a ocurrir a todos, pero profesionalmente hablando sigue siendo muy grande. Se hace rodear de un gran número de músicos y parece que le gustan los números pares. El escenario, con todos sus personajes ya instalados en él, tiene un curioso efecto «espejo», con muchos elementos duplicados, o algo similar. Arriba en el centro aparecen dos cubículos acristalados prácticamente idénticos, uno para la contundente y sonora batería, que dio caña de principio a fin, muy potente; el otro para la variadísima sección de percusión, que más parecía una tienda de instrumentos: bongos, maracas, panderos, platillos, campanas tubulares... y todos tuvieron su canción y su momento. Algo más abajo, en cada extremo, derecho e izquierdo, dos grandes teclados (teclado y piano, en realidad), con sus dos teclistas muy separados uno del otro, pero perfectamente coordinados, pasando la acción de uno a otro, o combinándose ambos a la perfección. Justo delante de los cubículos de percusión, de pie, dos elegantes músicos de viento, también con una pequeña colección de instrumentos: saxofón y trompeta darían después paso a clarinete y flauta. Ya en las tablas inferiores, a la izquierda dos pies de micrófono acompañan a dos músicos a los que es difícil describir: empiezan con pandereta y maraca, pero durante el concierto se cambian a guitarras, o a violín, o a flauta, o. la versatilidad llevada casi al extremo. A su lado el músico que empieza tocando el contrabajo será quien se encargue también del bajo. En el otro extremo del escenario, creando el efecto espejo (a ratos) con los dos guitarristas del lado opuesto, está otro guitarrista más, que sorprenderá a todos pasando a ratos a un instrumento tan raro como es el cordófono o guitarra de consola, muy poco visto. Y por fin, delante y centrado, pero muy pendiente de su gente, el maestro, el amo, Mark Knopfler. comunicativo, simpático, muy agradecido a los miles de asistentes: «(.) you're so sweet (.)» (sois tan dulces). Cuando escucha un «I love you!» gritado desde el público, no duda en intercambiar simpáticos mensajes de amor con quien quiera recibirlos. Si el público se lanza al ya imprescindible «¡¡oe oe oe!!» de los grandes conciertos, Knopfler y su batería no dudan en acompañarlo con sus instrumentos. Y por supuesto, tanto el jefe como sus colaboradores hacen que la gente participe activamente en muchos temas, animan con sus movimientos a que coreen, aplaudan, participen. Foto: Raúl Blanco Se vivió un ambiente muy cálido y acogedor, pese a ser un recinto tan grande. Entre el numerosísimo público, en general no se vio ni a gente excesivamente joven ni a rockeros de estética extrema. Pero sí había bastante variedad, en rangos de edades ya adultas y de vestimentas más bien clásicas. Eso sí, fue su noche de desmelene, que no faltaron los gritos, los aullidos y las ovaciones casi después de cada canción. Lo habitual a día de hoy en este tipo de eventos, la verdad. Musicalmente hablando, Mark Knopfler venía presentando su último disco, «Down The Road Wherever» (2018), y evidentemente hizo sonar varios temas del mismo. De hecho arrancó con su canción «Nobody Does That», con aires muy soul gracias a su sección de viento. Durante todo el concierto, los cambios de instrumentos (no de músicos) eran constantes, por lo que ya he contado antes, de igual manera que los cambios de estilo entre canciones también se dejaban notar. Nos llevaron a ritmos countries en los que te ves viajando por amplias carreteras desiertas, hubo varios momentos de auténtica música folk celta (incluyendo más músicos aun en el escenario con instrumentos celtas, como el Bodhran o alguna curiosa gaita, aparte de violín y flautín, y ¡hasta un acordeón!). Como era de esperar, los temas clásicos de DIRE STRAITS, como «Once Upon A Time In The West» o «Romeo And Juliet», fueron de los más aclamados, porque sin duda también fueron de los que más conmovieron al público. A mitad del concierto, Mark Knopfler decidió sincerarse con el público, hasta el punto de dejarnos algo alarmados: reconociendo que «estoy mayor". Nos dejó un poco impactados: «os digo Hola, Madrid, pero también Adiós, Madrid«. Nos hizo reír recordando cuando de niño soñaba con tener una guitarra y ahora resulta que tiene demasiadas. Bromeó sobre su etapa de autoestopista por Europa para dar paso a su canción «Matchstick Man», del último disco, donde recuerda esa época, aunque esta noche le dieron un aire muy irlandés. Fue muy emocionante la introducción de trompeta y saxo, rivalizando en la parte más adelantada del escenario, para dar paso a la sugerente «Your Latest Trick», y el pabellón se venía abajo con la ovación espontánea. Poco después nos pusieron a bailar (aunque todo el mundo seguía sentado y formalito) con auténticos aires de fiesta, con una potente trompeta «mariachi» y dinámicas luces de colores, con una base rítmica animada y muy alegre. Sonaba el «Postcards From Paraguay», con una flauta de aire andino, bongos y palmas de todo el público. Los once músicos estaban de fiesta hispana, tal cual. Gira española Tras esto, se relaja todo un poco con el suave «On Every Street», y suenan después las primeras notas del tema de corte country «Speedway At Nazareth». ¡Y SUCEDE LO IMPREVISTO!!!! De forma totalmente espontánea, sin premeditación ni alevosía ni organización previa vía mail o guasap, el público, unos 200, se rebela (ya podrían hacerlo en las calles, tal y como lo acababan de hacer en ese momento en las urnas), se levanta de las sillas y se van CORRIENDO al frontal que separa a la gente del escenario. Era como si hubieran abierto las puertas del estadio, que esto es un concierto y ¡¡¡¡no se puede ver sentado!!!! No hay cuerpo de seguridad que pueda controlar algo así, y se les estropeó la organización impecable y tener a todo el mundo bien controlado, a tomar por saco la flema británica, la elegancia y educación, que esto es rock. Vale, Pop-rock, pero rock al final y al cabo. Y esta rockera está encantada. Anarquía, ¡y el poder al pueblo! Por cierto, no parece que Knopfler muestre ningún sentimiento al respecto, ¿qué le vamos a hacer?, pero ya no hay solución, y la gente se queda así, disfrutando más aún de pie, hasta el final. Llegamos precisamente al final (aparentemente) con el «Telegraph Road», y con un gran final instrumental. Ha sido un gran concierto y la gente lo agradece con una gran ovación y lo que parece ser una nueva moda: pedir más balanceando las linternas de los móviles, cientos de lucecitas blancas inundando el recinto. Y sí, hay más y, para muchos, mejor: «Money For Nothing» empieza con un breve sólo de doble percusión y sigue con otra gran ovación para la guitarra de Knopfler. Todo el pabellón se pone de pie (ya no se sentarán más) y canta, muy emocionante. Lo de las linternas parece que funciona, porque de nuevo consiguen un segundo bis, el «Piper To The End», música de aires celtas, acompañadas de más linternas (a falta de mecheros.) para despedir ya del todo esta gran noche, con todos los músicos en el frontal, acompañando al ¡Oe Oe Oe! de nuevo, muy agradecidos. Así pues, la pasada noche del domingo 28 de abril fue muy especial en España en general y en el Wizink Center en particular. La gente dijo «¡NO!» a propuestas absurdas, como por ejemplo ver un concierto sentado (no entremos en política, que está quedando bonito el artículo). La gente se puso en pie y decidió por si misma disfrutar ignorando algunas propuestas (u órdenes) que no venían a cuento (seguimos sin hablar de política). La gente tomo las riendas y dijo lo que quiere y cómo lo quiere, o mejor aún, dejó claro qué es lo que no quiere (nada, nada, política fuera). Y de fondo tuvo una banda sonora perfecta, músicas que evocan a aire libre, a libertad. Una noche irrepetible, o tal vez no, y habrá que esperar a la próxima ocasión. Ojalá que también con Mark Knopfler, que está mayor, pero seguro que aún nos puede dar más.